Gypsum

El yeso es la Cenicienta del mundo mineral. Es uno de los minerales no metálicos más utilizados y desempeña funciones críticas, aunque a veces poco glamorosas, en muchos componentes de la vida diaria. Y, sin embargo, su belleza también es capaz de ocupar un lugar central, el medio de artistas célebres a lo largo de la historia y de la naturaleza misma.

La versión de grano fino del yeso, el alabastro, se utilizó para tallar la deidad protectora lamassu que custodiaba las entradas a los antiguos palacios asirios. En las paredes del palacio, finas losas de yeso formaban intrincados relieves que representaban escenas que glorificaban a los reyes. En el antiguo Egipto, se utilizó yeso para crear las grandes pirámides. El alabastro se utilizó para esculturas en toda la antigua Roma y el Imperio Bizantino, y para los alabastros religiosos de Nottingham en la Inglaterra medieval. Durante el Renacimiento, los artistas descubrieron el uso del yeso para crear grandes frescos, el más famoso de los cuales es la Capilla Sixtina de Miguel Ángel.

Para no quedarse atrás, la naturaleza ha creado sus propios espectaculares con yeso. En Chihuahua, México, a 300 metros bajo la superficie y completamente bajo el agua, la Cueva de los Cristales brilla con cristales gigantes de hasta 11 metros de largo. Y en la cuenca de Tularosa en Nuevo México, enormes y relucientes dunas de cristales de yeso parecidos al azúcar recorren 275 millas cuadradas de desierto creando el Monumento Nacional White Sands. Como roca opaca, cristales transparentes o desmenuzado hasta convertirse en polvo brillante, el yeso siempre brilla.

El yeso comienza como depósito en lagos y mares o incluso a partir de fuentes termales o vapores volcánicos. A medida que los cuerpos de agua se evaporan en ambientes áridos, los minerales de calcio y sulfato se mezclan y cristalizan, formando yeso. Diferentes condiciones crean variaciones de la piedra. Lechos sedimentarios sólidos y gigantes marcan la ubicación de mares antiguos y proporcionan alabastro para tallar. Cuando los niveles freáticos bajan, los cristales de yeso se unen atrapando arena entre ellos en pétalos arremolinados, una formación llamada rosa del desierto. El selenita transparente e incoloro crece cuando las aguas frías y calientes comparten un ambiente y se evaporan con el tiempo. Cuando los cristales se alinean como fibras en una lámina, se llama mástil satinado.

Cada forma de yeso tiene su propia energía. El alabastro es la piedra de la coincidencia, que atrae a las personas y los recursos que uno necesita en el momento justo. La rosa del desierto nutre con el poder del mundo natural. La selenita aporta claridad y perspicacia, protegiendo de influencias externas negativas. Satin Spar proyecta una luz pacífica y tranquila en situaciones desafiantes. En general, el yeso ayuda a superar la sensación de estar estancado y permite proceder con claridad y concentración. Versátil, duradero y hermoso, se puede confiar en el yeso para que las cosas sigan avanzando con energía y sostenibilidad.