Incluso antes de que los ópalos se extrajeran y trabajaran por su belleza, los antiguos etíopes los utilizaban para crear herramientas. En las épocas intermedias, el mundo recurrió a Australia, partes de Europa, México y Estados Unidos en busca de estas piedras preciosas. Pero a principios de la década de 1990, los ópalos etíopes fueron redescubiertos y ahora se consideran entre los más preciados del mundo de las gemas.
A lo largo de la antigüedad, los ópalos han sido apreciados por su juego caleidoscópico de colores. Los ópalos etíopes añaden un juego de luz casi tridimensional, dando a las piedras la ilusión de contener llamas vivas. Incluso pueden mostrar un hermoso, complejo y muy raro patrón de panal. Son una de las pocas piedras amorfas, lo que significa que no tienen una estructura cristalina. En cambio, un gel compuesto por diminutas esferas de sílice suspendidas en agua se filtra en las grietas de las rocas anfitrionas y se solidifica con el tiempo, atrapando el agua restante entre las esferas. Los espacios entre las esferas también difractan la luz blanca y causan el juego de colores en un ópalo. Cuanto más grandes sean los espacios, mayor será la variedad e intensidad de los colores.
Los antiguos romanos creían que estas piedras de fuego traían una suerte excepcional, mientras que los griegos creían que contaban con el don de la profecía. Con sus colores vivos y patrones únicos, los ópalos etíopes son excelentes para el desarrollo psíquico. Impulsan la creatividad, liberan el miedo y ayudan a tomar decisiones. Altamente protectoras, estas piedras se colocan mejor en cualquier lugar que necesite un ambiente más positivo.

