Hace sesenta y seis millones de años, criaturas parecidas a calamares, con mandíbulas afiladas en forma de pico, tentáculos y una concha espiral similar a la de un nautilus, prosperaron en los mares tropicales interiores prehistóricos conocidos como el Mar de Bearpaw, que bordea las laderas orientales de las actuales Montañas Rocosas. Estos cefalópodos se extinguieron con los dinosaurios al final del Mesozoico. Al morir, se hundieron hasta el fondo del mar y quedaron sepultados por capas de lodo que se combinaron con aragonito y los preservaron como conchas fósiles. En una zona muy pequeña del sur de Alberta, Canadá, estas conchas se han convertido en piedras preciosas.
De aspecto ópalo e iridiscente, su color espectral proviene de la interferencia con la luz que rebota en la capa apilada de las delgadas plaquetas que componen la aragonita. Cuanto más gruesas sean las capas, más rojos y verdes se presentarán. Esta es la forma más común de ammolita. En ocasiones, un espécimen presenta capas más delgadas, lo que produce los azules y violetas más raros. Con reminiscencias de la Espiral Áurea, un elemento clave de la geometría sagrada, se dice que las ammolitas albergan las energías y vibraciones del universo.
La ammolita, piedra de perfección, propicia el despertar personal, la prosperidad y la suerte. Es ideal para quienes necesitan estabilidad, estructura y estabilidad en sus vidas.

